Seguro que todo el mundo ha leído alguna vez un libro que era tan cautivador que uno quería absolutamente leer todavía ese capítulo hasta el final, incluso si en realidad ya era después de medianoche y uno hacía tiempo que debería haber estado durmiendo. Enteras generaciones de padres han intentado impedir que sus hijos quisieran seguir leyendo incluso cuando en su habitación solo quedaba luz crepuscular.
Y precisamente los niños son muy ingeniosos cuando todavía no quieren dormir: la linterna bajo la manta es sin duda un concepto conocido para muchos padres. Uno de los héroes más conocidos de la literatura, Harry Potter, tiene él mismo este hábito, aunque en lugar de la linterna usa su varita mágica para ello.
Pero también los adultos leen a veces en la semioscuridad. Ya sea porque uno solo tiene encendida la luz de la mesilla de noche por consideración hacia la pareja que ya quiere dormir, o porque en invierno uno se sienta con un libro en el salón delante de la chimenea o a la luz de las velas: las personas no leen solo con luz diurna.
En realidad, la luz diurna sería óptima para leer. Pero ¿es por eso cierta también la preocupación de que quien lee en la oscuridad se estropea los ojos?
No. Los ojos ven mejor con luz diurna, esas son también las condiciones bajo las cuales normalmente se usan más. Sin embargo, nuestros ojos pueden adaptarse muy bien a condiciones de luz cambiadas: cuando oscurece, las pupilas se agrandan.
Los ojos dominan este efecto de manera independiente entre sí y uno incluso puede observarlo por sí mismo, si quiere: quien se pone delante de un espejo y se tapa uno de los ojos, puede, después de aproximadamente uno o dos minutos, cuando quita la mano del ojo, observar en el espejo cómo la pupila agrandada en la oscuridad vuelve a hacerse más pequeña.
Ver en la oscuridad, sin embargo, exige a los ojos. El músculo que agranda o reduce la pupila, el músculo ciliar, es un llamado músculo liso. Es decir, a diferencia, por ejemplo, de los músculos de los brazos y las piernas, no se puede mover voluntariamente. Pero, como cualquier otro músculo, puede fatigarse. También otras partes del ojo se ven exigidas por la oscuridad: los llamados bastones, las partes sensibles a la luz del ojo.
También la luz parpadeante conduce, por cierto, a que los ojos se fatiguen más rápido. Si uno se excede con ello, pueden ser la consecuencia ojos rojos y dolores de cabeza. Sin embargo, eso no puede dañar permanentemente a los ojos. Solo se cansan, y ya bastan unos minutos de pausa de la lectura, en los que uno cierra los ojos, para que puedan recuperarse de nuevo.
Pero mientras uno no se exceda con ello, en realidad tampoco está tan mal que uno se canse por la lectura: cuando uno se despierta al día siguiente, también los ojos están de nuevo descansados. Y por la noche no irse demasiado tarde a dormir debería uno de todos modos, si no, al día siguiente no solo los ojos estarán cansados.
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